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Mundo24

La verdadera democracia se ha extinguido

El poder es la capacidad para poner límites a la libertad de acción de los agentes sociales para que actúen de una forma en la que de otro modo no actuarían. Puede definirse al poder político como aquél poder que se ejerce directa o indirectamente, gracias a la posesión de lo que Max Weber denominó como el monopolio de la violencia legitimada en un territorio dado, de tal forma que solo puede ser ejercida por el Estado, o por privados que antes deben ser autorizados por el Estado. El poder político no necesariamente tiene que ser ejercido directamente por las autoridades políticas, existiendo diversos grupos que son capaces de ejercer indirectamente el poder político. Esto lo hacen persuadiendo o disuadiendo a quienes si ejercen el poder político directamente, y dentro de estos grupos de persuasión y disuasión se pueden encontrar empresas, la opinión pública, sindicatos, organizaciones de los derechos humanos, élites, grupos religiosos, etc.

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Hablaremos de dos tipos de poder político: el poder político directo, que es aquél ejercido directamente, ya sea por las autoridades públicas o por la ciudadanía en el momento de la votación, y el poder político indirecto, que surge en la capacidad de persuasión y disuasión que poseen ciertos grupos e individuos para influir en la designación de quienes portarán el poder político directo, o en las decisiones políticas que estos últimos tomarán. El poder político directo solo surge de las decisiones políticas que toman los funcionarios públicos o las que toman los ciudadanos a la hora de votar, pero el poder político indirecto es el poder que mueve al directo desde atrás, ya que otra forma en que los agentes sociales pueden entrar en la política es sencillamente persuadiendo y disuadiendo a los funcionarios públicos o a los votantes. Partiendo de esta definición, incluso los medios de comunicación serían herramientas de poder político indirecto, ya que sirven para persuadir y disuadir a los agentes que si portan el poder político directo. Pero aún esto no capta la complejidad del panorama político, debiendo considerarse que a su vez el poder político indirecto puede dividirse en dos clases: el activo y el pasivo.

El poder político indirecto que a su vez es activo surge de una acción padecida o recibida por quienes portan el poder político directo, que logra persuadirlos o disuadirlos para hacer o no hacer determinados actos políticos. El poder político indirecto que a su vez es pasivo, surge de una persuasión de quienes portan el poder político directo sin que se realice ninguna acción por parte de los sectores que les persuadieron. Este poder político indirecto y a su vez pasivo ocurre cuándo quienes portan el poder político directo anticipan de antemano las reacciones que tendrá el resto (la opinión pública y determinados grupos de influencia) y por ello modelan su actuación de acuerdo a lo que anticiparon.

El poder político indirecto y pasivo ocurre también cuándo quienes portan el poder político directo, moldean su actuación de acuerdo a los deseos de quienes acatan sus decisiones; solo porque los primeros consideran que la satisfacción de esos deseos es moralmente buena, y por ende se encuentran convencidos de determinada agenda política moral que se han propuesto cumplir. Podemos definir al Estado de una manera simple: es el conjunto de instituciones que estructuran el ejercicio del poder político directo, o sea el conjunto de reglas de juego destinadas a estructurar la forma en que el poder político directo se ejerce. Democracia es una palabra derivada del griego que significa “poder del pueblo”, y a lo largo de la historia ha sido definida de muchas formas. A la democracia se la ha definido como “una forma de organización”, “una forma de Estado”, “gobierno del pueblo, para el pueblo, y por el pueblo”, etc. Para Robert Dahl la democracia es meramente un concepto teórico, acerca de un gobierno que se caracteriza por responder a las preferencias de los gobernados sin discriminarlos.

Adam Przeworski define a la democracia como “un sistema de derechos positivos y responsabilidades”, y O’Donnel define a un régimen democrático como el cual en donde “el acceso a las principales posiciones gubernamentales (con la excepción del poder judicial, las fuerzas armadas, y entidades autónomas), se determina por elecciones limpias”. Pero en realidad, la democracia debe ser vista como un proceso social (John Dewey) con sus avances y retrocesos, y que no es meramente un concepto teórico, sino que se desarrolla en la realidad. La democracia es en realidad un proceso social, porque la misma se encuentra constantemente en construcción y deconstrucción, conforme actúan los agentes sociales, que determinan a través del poder político la forma en que los recursos económicos y simbólicos se distribuyen entre los sectores de la población.

De todos modos, como he mencionado, creo muy importante clasificar a la voluntad en una voluntad manifiesta y otra auténtica. La voluntad manifiesta, es aquélla voluntad que es manifestada por el pueblo, tomándose en cuenta que el mismo no necesariamente tiene la suficiente información para tener un panorama completo de las consecuencias que tendrían sus deseos. Estos pueden provocar consecuencias negativas que se opondrían a su otro tipo de voluntad: la voluntad auténtica. La voluntad auténtica es el verdadero deseo del pueblo, que consiste en ser libres para lograr determinados anhelos o no padecer lo que no se anhela. Realizar esta voluntad solo es posible si el pueblo tuviera la suficiente información para tener un panorama completo de las consecuencias que verdaderamente tendrían sus actos.

Para explicar esto se puede utilizar una famosa alegoría platónica: la de la caverna. En ella, un grupo de prisioneros se encuentra desde su nacimiento en una caverna y se encuentran sujetos de tal forma que solo pueden mirar hacia la pared, sin poder girar la cabeza. Detrás de ellos, se encuentra un pasillo con un muro por donde otros hombres portan todo tipo de objetos, cuyas sombras son proyectadas por una hoguera. Esos hombres encadenados consideran como la verdad a aquéllas sombran que ven proyectadas, ya que no pueden conocer nada de lo que acontece a sus espaldas. Ahora aplicaré esta alegoría a mi análisis de la democracia, para concluir que la voluntad manifiesta es lo que los hombres toman como verdad, aunque no siempre sea cierto.

Pero estos hombres tienen una voluntad de ser libres para cumplir determinado anhelo o no padecer un perjuicio, y la voluntad que ellos son capaces de manifestar, a veces termina entrando en contradicción con su voluntad auténtica, ya que el pueblo no siempre sabe que es lo mejor para el cumplimiento de la misma. La voluntad manifiesta es sencillamente la voluntad que el pueblo expresa, mientras la voluntad auténtica es lo que el mismo realmente estaría dispuesto a favorecer, o sea su libertad para satisfacer a su ser, de tener una información perfecta acerca de las consecuencias de sus deseos y por ende de las verdaderas consecuencias de su influencia en la política. Debe considerarse que la voluntad manifiesta es solo una distorsión de la auténtica, que se provoca por los límites sobre la información que el pueblo es capaz de recibir o comprender.

Volviendo al tema de la democracia, John Stuart Mill afirma que una opinión, aunque sea invalidada por los que tienen el poder para hacerlo, o por una mayoría, no por eso pierde lo que tiene de cierta. Hay situaciones donde el paso de una situación 1 a una situación 2 supone una mejora para todos los individuos de la sociedad, o bien una mejora para algunos, sin que los demás resulten perjudicados. El problema es que no todos tienen que decir lo mismo, los individuos son falibles en cuanto no son omniscientes ni omnipotentes, y a veces, una minoría puede tener la razón conforme más se ve reflejada la “excelencia” y el saber en esta que en la mayoría.

El problema está en establecer un “óptimo” donde se pueden seleccionar situaciones y argumentos como preferibles a los otros, y aquí es cuando la democracia, según Mill, al querer hacer a los individuos iguales, corre el peligro de coartar la excelencia de algunos casos individuales por sobre la mayoría, y hasta la libertad individual misma, por lo que la visión de Mill es similar a aquella que ve en la democracia el peligro de la tiranía de la mayoría. De todos modos, el ideal de libertad es el objetivo que debemos perseguir, y con respecto al aumento de la libertad de los individuos, entendiendo que los individuos tienen limitaciones comprensibles, un hombre no puede ser infalible, en la medida que no es completo maestro de su cuerpo, de sus emociones, de sus deseos y mente, en fin, de todo lo relacionado a él.

A veces lo que los hombres toman como verdad no es tal, ya que están ante una realidad que no es conocida por ellos y a veces es hasta incognoscible sin importar lo que hagan. El conocimiento humano, como sujeto a limitaciones, abre la puerta a diferentes caminos, diferentes visiones de la realidad, las cuales no necesariamente tienen que ser armónicas. A veces pueden entrar en conflicto, y sumado a esto, conforme pasa el tiempo la visión de los hombres puede cambiar ya que se encuentra sujeta a un contexto que es modificable.

Mill se muestra escéptico con algunos puntos relacionados a la democracia, por la misma cuestión de la fabilidad del hombre, y precisamente identifica en la historia una situaciones donde esta fabilidad encima se mezcla con el deseo de coartar las libertades individuales. Al igual que Mill, también considero que los casos particulares deben ser tratados sin sesgo, la verdad no desaparece porque el individuo sea tragado por la mayoría, no desaparece porque quieran hacerla callar, y podría considerarse que en esta visión la libertad también es un medio para proteger la verdad.

Tal vez podríamos hasta hacer una comparación entre que es la verdad en el pensamiento de Mill, y su opuesto en la famosa novela de Orwell 1984, donde en esa visión distópica la verdad es solo lo que un aparato burocrático determina, en conjunción con una mayoría homogeneizada y aborregada, sin importar que tan absurda y pueril sea la construcción argumental que se debe creer.

Las consideraciones de que es la verdad se encuentran frente a las limitaciones de lo subjetivo, de los ángulos de la realidad que el sujeto puede percibir, pero detrás de esta subjetividad esta la verdad detrás de un velo. La democracia en realidad es el proceso social que se desarrolla conforme la actuación del Estado sea más afín a la voluntad auténtica y no la manifiesta: esa es la esencia de la democracia. El Estado actúa en parte de acuerdo al poder político directo del pueblo a la hora de votar, junto al poder político indirecto y activo del pueblo, quien realiza acciones para persuadir o disuadir a los gobernantes y los votantes.

Por último, gracias al poder político indirecto y pasivo, que ocurre cuándo quienes poseen el poder político directo moldean su actuación de acuerdo a como predicen que será el actuar del resto, o cuándo quienes portan ese poder político directo moldean su actuación de acuerdo a los verdaderos deseos del pueblo, por el hecho de que se encuentran convencidos de determinada agenda moral cuyo cumplimiento depende de la satisfacción de esos deseos.

De esta forma, la democracia es un proceso social que surge del poder del pueblo, siendo el Estado un conducto de ese poder. Un sistema demagógico no es la forma de Estado a la que deberíamos aspirar, ya que como se ha dicho, se basa en la capacidad de respuesta del Estado a las demandas que parten de la voluntad popular manifiesta del pueblo pero no la auténtica, y como he mencionado, esta voluntad manifiesta no es mas que una mera distorsión de la auténtica, generada por los limites en la información que el pueblo tiene a su alcance.

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Diego Daniel García es graduado en antropología por la universidad estatal de Uruguay y ha publicado artículos en idioma ingles y serbio para el famoso portal ruso geopolitica.ru.

Durante toda una década, trabajó como escritor, publicando títulos en ingles (bajo el pseudonimo Pyotr Volkov). El largo recorrido expresado a través de sus dos obras: “Horizontes de la cuarta Teoría Política” (2019) y “Geopolitica del Apocalipsis” (2020)· abarca desde las religiones antiguas, el desarrollo de la ortodoxia cristiana y filósofos contemporáneos como el polémico pensador ruso Aleksandr Dugin.

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