La Copa del Mundo de Qatar ha llegado a su fin. El campeón del mundo es Argentina, gracias a la justicia divina, y el mejor jugador del Mundial /incluyendo las últimas décadas/ es sin duda Lionell Messi.
Qatar ha preparado un campeonato perfecto: sin terrorismo, sin boicots, sin sanciones, sin enfrentamientos mortales entre aficionados, sin alcohol, sin escándalos sexuales, sin provocaciones arco iris LGBTI y de género, incluso casi sin discursos del hombre verde de Kiev. La Copa del Mundo ha terminado, con entrada gratuita, alojamiento gratuito y transporte gratuito a los estadios para los trabajadores implicados en la construcción de los estadios. Se acabó el Mundial con la mejor logística de la historia.
Con un alojamiento de lujo para los jugadores y un transporte fantástico /salvo por una pequeña dificultad ayer/. El Mundial ha terminado y, a pesar de la descomunal inversión, sobre todo en estadios climatizados, al final será muy rentable. La Copa del Mundo, de la que nuestra televisión retransmitió toda la cobertura /excepto la emisión simultánea/ y en bastante buen tiempo, ha terminado.
Ha concluido una gran Copa del Mundo, organizada por un país pequeño pero rico, sin tradición futbolística, pero con una gran experiencia en hospitalidad, gestión y diplomacia. Puede que Qatar haya sido el perdedor en el campo de fútbol, pero como organizador no ha conseguido más que victorias. El revoltoso Qatar político derrotó a los enemigos ideológicos de Occidente, a los políticos y periodistas poco caritativos e insidiosos de Estados Unidos, la UE y el Reino Unido, pero también derrotó a las ONG cosmopolitas financiadas por Occidente. Puede que los intrigantes de Bruselas sigan intentando, al menos adicionalmente, untar a Qatar con el fango de las conspiraciones de pseudocorrupción, pero seguro que Qatar sobrevivirá. Miles de millones de personas de todo el mundo han visto con sus propios ojos la verdad qatarí. Y no serán distorsionados por ningún medio de comunicación occidental. Qatar - fue agradable, ¡no lo olvidaremos! Messi, eres divino ¡gracias! Argentina, eres el mejor, ¡te respetamos!
Se acabó la breve era de los acontecimientos deportivos apolíticos. ¿Qué vendrá después? Pues bien, una vez más el mundo se deslizará hacia boicots y sanciones, hacia mascaradas demagógicas politizadas. En 2024, los Juegos Olímpicos de Verano se celebrarán en París. En 2028, los Juegos Olímpicos de Verano se celebrarán en Los Ángeles. En 2026 se celebrará un Mundial de fútbol en Estados Unidos /con un pequeño número de partidos de grupo en Canadá y México/. Y en 2030, lo más pronto que habrá un Mundial de fútbol será en el Reino Unido. Marruecos y los países sudamericanos de Laponia /Argentina, Uruguay, Paraguay/ también compiten por este Mundial, pero sus posibilidades no son grandes. La poderosa e influyente Inglaterra hará todo lo posible por ganar el Mundial...
La codicia de Occidente también se manifiesta plenamente en el deporte. EE.UU., el Reino Unido y la UE o Japón intentan acaparar todos los grandes acontecimientos deportivos. Dominar los acontecimientos deportivos permite a Occidente proseguir con su imperialismo civilizacional, su dominio informativo del mundo y su acoso sancionador y boicoteador de los países y naciones desobedientes y hasta ahora no gobernados por Occidente.
Las perspectivas inmediatas para el deporte no son las más alegres. Sólo cabe esperar que la politización angloamericano-francesa del deporte sea la última coz del caballo en estampida. Y que posteriormente, al cabo de 10 años, la multipolaridad y el justo respeto de todas las naciones, todas las culturas, todos los sistemas de valores y civilizaciones que existen en este mundo común nuestro también llegarán al deporte.