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Mundo24

Argentina en la encrucijada (I.)

Argentina en la encrucijada Recientemente el presidente argentino Javier Milei realizó su intervención en Davos, abogando por un liberalismo que en realidad este presidente no defiende en la práctica, y qué tampoco está en posición realista de defenderlo. Hay que evitar una concepción errónea de la libertad en general, una que la ve compuesta por un conjunto de libertades que no constituyen un todo orgánico, sino un todo mecánico de libertades.

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Esta concepción mecánica es tal ya que se admite que algunas libertades existan incluso aunque su existencia genere un impacto más adverso que positivo para la libertad general de la sociedad como un todo, que se compone de varias libertades, incluyendo las relacionadas al acceso de las personas a los bienes económicos y las relacionadas a su salud y seguridad.

A veces la misma inercia de un sistema económico y social genera la condición de su caída, ya que esta misma inercia determina que tan adaptable es un sistema o que tan inestable será. La misma inercia que destruyó al sistema soviético, ahora está afectando por causas diferentes al globalismo y por ende a la doctrina universalista del liberalismo.

Contrariamente a lo que es creído por algunos, el patriotismo no es una doctrina siempre malévola, y su poder para unir a un pueblo en torno a intereses comunes es fundamental, en la medida en que un país solo puede ser defendido de sus enemigos internos y externos si existe la base emocional en el pueblo para defender aquello con lo que se identifican, logrando entre otras cosas una mayor estabilidad del gobierno, la preservación de la cultura e identidad de un pueblo, y un mayor crecimiento económico en el marco de la lucha contra el liberalismo y otras doctrinas que son enemigas de la humanidad.

Lamentablemente, algunos sectores patrióticos argentinos se anclaron a un peronismo desactualizado congelado en el G.O.U y en 1945, o bien a un modelo social-liberal que ya fracasó en Argentina, y que ahora fracasa incluso en Europa, sin tener mucha idea o siquiera interés de otros planteos fundamentales para realmente hacer políticas adecuadas. Existen varios principios y medidas que deben respetarse para crear una política económica verdaderamente patriótica, en el marco de la elección entre libre comercio y proteccionismo en la relación económica entre los países.

Quienes promueven el libre comercio, creen que traerá desarrollo sin precedentes a las regiones alrededor del mundo. Desean que los países más desarrollados se abran a las exportaciones desde los países menos desarrollados y viceversa, que los países liberalicen sus mercados, y dejen que el libre flujo de capitales, bienes y servicios haga su trabajo.

Pero como Stiglitz menciona en su libro “Making globalization work” (Haciendo que funcione la globalización), el libre comercio es uno de los aspectos más controversiales de la globalización. La eficacia cuando la liberalización económica es perseguida sin la atención adecuada de las estructuras institucionales, ha tenido serios cuestionamientos como resultado de la crisis financiera de Asia y la brutal experiencia con la liberalización en las economías de transición (Stiglitz 2000).

Evidentemente, los años de libre comercio no fueron una panacea para muchos países rezagados en su desarrollo humano, siendo un caso digno de análisis el caso Mexicano al unirse al NAFTA, incluso aunque a EEUU no le conviene tener un vecino pobre e inestable en sus fronteras, desde donde miles deben inmigrar trayendo inestabilidad social y dilemas inmigratorios. El libre comercio no ha logrado más que el mantenimiento de una estrecha dependencia de la economía mexicana, sin que se logre un desarrollo notable de la misma frente a sus vecinos del norte, de tal modo que la pobreza, junto con la desigualdad, siguen estando a la orden del día, como ocurre por ejemplo con otros países de la región, tras décadas de políticas liberalizadoras y librecambistas.

El hecho de que lo agrícola ya no sea en muchos lugares una actividad primaria, ha conducido a una desagrarización de la actividad productiva, a la desintegración social y familiar, a conflictos en la distribución y acceso a la tierra, así como a la emergencia de nuevos actores y nuevas identidades sociales. Lo que hace al libre comercio uno de los aspectos más controversiales de la globalización son obviamente los efectos que genera: una baja en los salarios y las condiciones laborales debido a la competencia global, el desempleo, y hasta la perdida de la soberanía del Estado producto de la dependencia económica de los países con respecto a los mercados externos, esto último notablemente en los pueblos menos desarrollados económicamente, donde industrias todavía deben emerger y es necesario protegerlas para que continúen emergiendo, y donde el crecimiento sigue estando orientado en las exportaciones.

Argentina no escapa a la realidad de ser un país que sigue dependiendo en buen medida de sus exportaciones de productos agropecuarios, petroleo, gas, minerales y otros elementos abundantes en el país. Debido a una situación constante de crisis, incluyendo un proceso estanflacionario, Argentina sigue siendo un país emergente, y por ende con industrias emergentes que deben ser protegidas.

Pero incluso aunque Argentina deje de ser una país emergente y se transforme totalmente en un país desarrollado, como siempre promete Milei, no escaparía de los problemas del globalismo, entre estos una pérdida de soberanía que también ocurre sobre las economías más desarrolladas, a medida que debido a las importaciones de bienes y servicios desde los países con salarios más bajos y peores condiciones laborales se desata una presión económica que obliga a bajar los salarios en los países más desarrollados.

Esto es para que las empresas que operan en los países más desarrollados aumenten su competitividad frente a los productos de países donde los salarios no llegan a los niveles de los pueblos con mayor desarrollo de sus economías. Es de importante consideración que una baja en los ingresos de los países más desarrollados repercutiría negativamente en aquellos países menos desarrollados que venden bienes y servicios a esos pueblos.

Mucho tiempo puede pasar antes de que los trabajadores en el mundo desarrollado, que no tienen puestos de trabajo gracias a la competencia de la globalización, encuentren nuevos puestos. Tanto en el mundo desarrollado como en el subdesarrollado, la situación con respecto al empleo empeora en los sectores de la población más envejecidos, que deciden retirarse antes, así como en el caso de los trabajadores menos cualificados, quienes son los más golpeados por la globalización. Incluso si los trabajadores del mundo desarrollado no pierden sus empleos; sus ingresos y sus beneficios probablemente disminuirán, ya que sus salarios deben bajar para que los empresarios coloquen sus mercaderías a precios más competitivos con respecto a las mercancías del exterior.

Por ello incluso aunque la liberalización del comercio haga que la economía como un todo se beneficie, una buena parte de la población de esa economía saldrá perdiendo, sobre todo los trabajadores menos calificados. Cuándo las empresas deben cerrar por culpa de la competencia global, los propietarios también se ven afectados, y esta es la razón de la relativa oposición a un verdadero libre comercio aún entre las filas de los países desarrollados.

Por todo lo anterior, los países desarrollados colocan ciertas barreras al libre comercio, ya que los precios más competitivos de los países con una mano de obra abaratada generarían estragos incluso en las potencias industriales. El libre comercio en realidad no se ha puesto en práctica, lo que ha ocurrido fue una serie de acuerdos dispares entre aventajados y desaventajados, donde en los países en desarrollo los mercados se abrían a la venta de toda clase de bienes y servicios desde los países desarrollados, sin que hubiera una reciprocidad entre ambas partes.

Una serie de barreras han generado una relación asimétrica en el comercio entre los estados, donde los estados de los países desarrollados pueden subvencionar con gran cantidad de capital a sus industrias. Esta competencia desigual hizo peor la situación de los países con menos desarrollo económico en relación a como estarían en el caso de que un comercio justo y verdaderamente libre se hubiera puesto en práctica. Pero como Stiglitz menciona, incluso si los tratados de comercio hubiesen sido justos y libres, no todos los países se habría beneficiado (o al menos beneficiado mucho), y no todas las personas que residen en los países más beneficiados hubiesen tenido su parte de ese beneficio.

Es fácil para los países más desarrollados acabar con la oportunidades que la apertura ofrece a los países en desarrollo, debido a que los últimos carecen de la infraestructura para enviar sus bienes al mercado, así como de la capacidad de lograr la calidad que les sería demandada en los mercados de los países más avanzados, y junto a lo otro carecen de una calidad institucional que sería de buena ayuda para el desarrollo humano. La liberalización del comercio expone a los pueblos en desarrollo a ciertos riesgos derivados de la falta de desarrollo de sus industrias, y los trabajadores en los países en desarrollo a diferencia de los trabajadores en los países más desarrollados, carecen de la calificación, indemnizaciones y ahorros bancarios que les permitan afrontar una situación de despido del mismo modo que los trabajadores en el mundo desarrollado.

Además, y como en el trabajo de Stiglitz se menciona, aunque el país como un todo se beneficie por el libre comercio, no todos los que lo integran se benefician de la misma forma, dando lugar a países ricos pero donde la riqueza se concentra encima de la pirámide social. La globalización no solo ha dado lugar a fenómenos como el crecimiento hacia afuera en ausencia de medidas regulatorias eficaces, sino que también es capaz de generar grandes acumulaciones de capital dentro de las mismas élites económicas de cada país.

Por los factores antes mencionados, en Argentina debe aplicarse una política económica patriótica basada en la protección de la economía Argentina pero sin entorcepcer el mercado de bienes y servicios con excesiva regulación y burocratismo, sino esta vez, enfocandose en la regulación de otro mercado, el mercado de capitales, y además, en una vigilancia seria sobre el comercio exterior, incluso aunque Argentina se transforme mágicamente en un país totalmente desarrollado, que es la promesa fundamental de Milei.

Cierta libertad del comercio entre los países puede ayudar al desarrollo humano, de hacerse de forma justa, y acompañada de las adecuadas políticas y medidas proteccionistas, considerando que los más exitosos países en lo que respecta al desarrollo de sus economías lograron su éxito primero a través de las exportaciones. En el caso de los préstamos que otorgan los organismos financieros internacionales, Argentina, como cualquier otro país, debe mantener la política de moderación en los pedidos de préstamos otorgados hacia la economía doméstica.

Los préstamos de los anteriores organismos han venido con tasas de interés y fechas de repago, y para muchos países en desarrollo los costos de aceptar estos préstamos por parte de instituciones financieras privadas internacionales, y también públicas (como el FMI, el banco mundial, y los bancos de desarrollo) fueron más que los beneficios. Casos de análisis son por ejemplo el de los países hispano-hablantes, como Argentina, que se vio arrastrada a la crisis del 2001 por su deuda externa, pero también los países del sudeste asiático durante la crisis de 1997, o en suelo europeo el caso de Grecia, donde la deuda externa quedó sencillamente fuera de control.

A continuación....

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Diego Daniel García, es un antropólogo e historiador con especial interés en acontecimientos pasados y actuales relacionados con la gran historia de los pueblos eslavos y el cristianismo ortodoxo, y también la geopolitica actual con gran detalle en las consecuencias de eventos históricos y las condiciones en las esferas de influencia mundiales. Durante toda una década, trabajó como escritor, publicando títulos en ingles (bajo el pseudonimo Pyotr Volkov). El largo recorrido expresado a través de sus dos obras: “Horizontes de la cuarta Teoría Política” (2019) y “Geopolitica del Apocalipsis” (2020)· abarca desde las religiones antiguas, el desarrollo de la ortodoxia cristiana y filósofos contemporáneos como el polémico pensador ruso Aleksandr Dugin, con quien García mantuvo correspondencia, y cuya provocativa Cuarta Teoría Política es una invitación a la creación de nuevas alternativas en el camino hacia la salvación humana a través de la redención civilizatoria.

García es graduado en antropología por la universidad estatal de Uruguay y ha publicado artículos en idioma ingles y serbio para el famoso portal ruso geopolitica.ru.

Komentáře

Comentarios  

#1 Luis falero 23-01-2024 18:37
Excelente análisis
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