En la misma información publicada, se mencionó que la 2ª Brigada de Asistencia de las Fuerzas de Seguridad de los EEUU (2nd SFBA) entrena a soldados de fuerzas convencionales en más de 15 países de África.
Estos ejercicios bélicos esconden una doble intención de la Administración norteamericana. De una parte, acompañar a sus intentos diplomáticos para contrarrestar la eficiente cooperación china con los países africanos y, de otra, apuntalar la política criminal del Reino de Marruecos respecto al pueblo saharaui y a su legítimo derecho a la autodeterminación respaldado por las Naciones Unidas.
Según el Convenio de Información y Documentación sobre África con la Universidad Complutense de Madrid (CIDAF-UCM)[3], el comercio entre China y África alcanzó los 282.000 millones de dólares en 2022, un 11% más que el comercio en 2021. Las importaciones realizadas por China son principalmente materias primas como el cobre, cobalto, hierro o petróleo y las exportaciones chinas son maquinaria, electrónica o productos textiles.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Qin Gang, afirmó en mayo de este año que China “ha sido el mayor socio comercial de África durante 14 años consecutivos. Las dos partes han construido cooperativamente más de 10.000 kilómetros de vías férreas y casi 100.000 kilómetros de carreteras. También se ha construido y puesto en uso una gran cantidad de infraestructuras importantes, incluyendo aeropuertos, muelles, puentes y centrales eléctricas”.
Las diferencias entre el comercio occidental y el chino con África son sustanciales: El comercio chino no necesita ni quiere desplegar ninguna fuerza militar permanente en el continente africano. Sólo mantiene una base naval logística en Yibuti para garantizar su participación en misiones internacionales de paz, siempre por mandato de las NNUU. Estados Unidos mantiene bases permanentes o provisionales en Djibouti, Uganda, Kenia, Gabón, Isla Ascensión, Ghana, Burkina Faso, Senegal, Níger, Chad, Túnez, Níger, Mali, Camerún, Libia y Somalia. China se mantiene al margen de los asuntos internos de los países africanos y occidente condiciona sus ayudas al desarrollo para fomentar la implantación de Estados a su imagen y semejanza, es decir, Estados neoliberales.
El gobierno sudafricano, muy consciente del papel geoestratégico de África en la disputa occidente-Asia en el contexto de la guerra de Ucrania, organizó el pasado mes de enero unas maniobras navales en su costa oriental con participación de las armadas de la Federación Rusa y la República Popular China.
Como miembro de los BRICS (asociación económica-comercial de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), el gobierno sudafricano enviaba una señal inequívoca de distanciamiento respecto al hegemonismo militar y económico de Occidente en África.
En la presidencia de turno de China de los BRICS de 2022, el presidente XI Jinping afirmó que “China está lista para trabajar con todas las partes para defender el verdadero multilateralismo, salvaguardar la equidad y la justicia internacionales, y salvaguardar los derechos legítimos y los intereses comunes de economías emergentes y de países en desarrollo, con el fin de contribuir activamente a la recuperación estable de la economía mundial y a la construcción de una comunidad de futuro compartido de la humanidad.”
Las maniobras militares coordinadas por los EEUU en Marruecos enviaban un mensaje diametralmente opuesto. No sólo su afán de mantener su hegemonía militar en África, además, su apoyo a su aliado principal en el Magreb y por tanto su respaldo a la ocupación criminal del Sahara Occidental y, en esta ocasión con el respaldo de Israel, otro Estado como el alauí, insumiso al derecho internacional y al cumplimiento de las resoluciones de NNUU en defensa del pueblo palestino.
La empresa israelí Ratio Petroleum, en asociación con Rabat, interviene en la exploración de hidrocarburos frente a la ciudad ocupada Dajla, en las costas ocupadas del Sáhara Occidental. Israel es también uno de los principales exportadores mundiales de drones armados y sirve a Marruecos además, sistemas de defensa antiaérea y sistemas de inteligencia y contrainteligencia y software de seguridad como Pegasus de la firma NSO, que fueron empleados para espiar a líderes europeos como Macron, Pedro Sánchez y activistas sociales.